EDUCACIÓN INCLUSIVA O EDUCACIÓN SIN EXCLUSIONES GERARDO ECHEITA (RESUMEN)

El hablar de exclusión social tiene como finalidad  la cohesión de la propia sociedad que hoy, más que nunca, parece estar seriamente amenazada, ya que, en las últimas décadas unas características y dimensiones cada vez más preocupantes no sólo en los países en desarrollo, como indicaba el Informe Delors, sino en nuestras prósperas sociedades occidentales y es un proceso que parece ir en aumento.
El fenómeno de la exclusión social es más amplio y no solo implica pobreza económica, sino todo tipo de problemas de acceso a la vivienda, a la salud, a la educación, al empleo, etc. Además de las problemáticas descritas anteriormente, Echeita aumenta el “avance indiscutible y tristemente cotidiano de la intolerancia de origen étnico, cultural o  religioso en la sociedad. Tanto estas situaciones de intolerancia como los procesos de exclusión descritos son una de las primeras causas de los conflictos y las guerras que asolan nuestro planeta y que, como todos tristemente apreciamos en estos días, lejos de aminorar, aumentan y adquieren un carácter global.
Frente a los dramas de la exclusión creciente y la guerra, se levantan voces reclamando la necesidad y la aspiración la inclusión como valor emergente (y urgente), necesaria para construir, en primer lugar, una cultura de la paz que permita a la humanidad reencontrarse con sus valores más esenciales.
La educación puede ser un factor de cohesión social si procura transformar la diversidad en un factor positivo de entendimiento mutuo entre los individuos y los grupos humanos y al mismo tiempo evitan ser un factor de exclusión social. Sin embargo, ocurre que en los sistemas educativos, a través de mecanismos explícitos o implícitos han sido los primeros en generar fuertes contingentes de alumnos en riesgo de exclusión social.
La mayor paradoja se produce, a este respecto, por el hecho de que al mismo tiempo que se denuncia a la escuela como factor de exclusión social, se le reconoce y solicita con insistencia como institución clave para la inclusión. Por lo que,  nos compete, a quienes trabajamos en y para la educación escolar  someter a crítica los principios y las prácticas que han configurado la capacidad de generar exclusión desde el propio sistema educativo y apostar por aquellos otros que la investigación educativa y la experiencia han mostrado que promueven realmente la inclusión y la resolución pacífica de conflictos en un marco que favorece el progreso de todos los alumnos.

Movimientos hacia una Educación Inclusiva:
6  De la educación Especial a la educación para todos: Llamada por Fulcher en 1989 individual o por Riddell en 1996 esencialista. Entendiendo como la creencia de que el déficit o los problemas de aprendizaje pertenecen al ámbito individual y son, por tanto, independientes del contexto social. A efectos educativos la labor de los profesionales es la de identificar y proveer los servicios que cubran las necesidades de los individuos que tienen determinadas  categorías de dificultad. Los alumnos eran atendidos en grupos homogéneos con alumnos de dificultades similares, eran segregados en centros o unidades especiales hasta más allá del siglo XX. Por esa razón y desde los ámbitos de la sociología de la discapacidad como de la psicología o de la educación desde hace tiempo se vienen sometiendo a crítica esos presupuestos y proponiendo un acercamiento de carácter contextual o social que pone el énfasis en la necesidad de eliminar las barreras de todo tipo que, creadas por unas organizaciones sociales que tienen en escasa o nula consideración a las personas con limitaciones o dificultades -y que son las que, en sentido estricto, producen la desventaja-, tienden a excluir a éstas de la participación en las actividades sociales generales. En el progreso hacia estos planteamientos el concepto de integración (social, laboral, escolar...) ha sido clave en el último cuarto de  siglo.

6  De la educación compensatoria a las escuelas aceleradas y a las comunidades de aprendizaje: La educación compensatoria se ha entendido durante mucho tiempo  como la educación de otros alumnos también especiales, en este caso por razones de su procedencia, de su etnia, de su situación social-familiar  o por la peculiar situación laboral de sus progenitores. La respuesta educativa ha sido que acudiendo a un profesorado supuestamente especialista en el que depositar el trabajo con estos alumnos, recurriendo con frecuencia a prácticas excluyentes. De las múltiples críticas a estos planteamientos han surgido iniciativas que han planteado la educación de este alumnado bajo otras premisas y han conseguido resultados más alentadores. Tal es el caso, en  primer lugar, del Programa de Desarrollo Escolar diseñado  por James Comer de la Universidad de Yate (Comer, 1968, 1998, 2001) fruto de la demanda de colaboración de esa universidad con dos escuelas primarias de New Haven que tenían  muy bajo rendimiento escolar y muchos problemas de convivencia.

Criterios y ámbitos de intervención para avanzar hacia una educación inclusiva
-Tener la visión de que otra educación es posible, empezando a pensar en criterios de cambio profundo.
- La preocupación por el alumnado en desventaja y, por lo tanto, en mayor riesgo de exclusión que el resto, debe ser central en la política escolar.
- Dejar de pensar en términos de alumnos con necesidades especiales o con dificultades de aprendizaje y empezar a hablar y pensar en términos de obstáculos que impiden, a unos u otros, la participación y el aprendizaje.
- Desear para todos los niños y jóvenes, especialmente para aquellos que están en peor situación, lo que cualquiera de nosotros quisiera para sus hijos.
- Uso de métodos y estrategias de instrucción cuya eficacia, a estas alturas, está perfectamente validada y contrastada, como es el caso de los métodos de aprendizaje cooperativo.

- Promover el sentimiento de pertenencia de cada uno de los miembros de la comunidad educativa (Escuela, comunidad educativa y alumnado).

ACERCA DEL ORIGEN Y SENTIDO DE LA EDUCACIÓN INCLUSIVA (RESUMEN)

En el tránsito hacia las reformas educativas inclusivas se ha recorrido un vasto camino. Es en la Conferencia de 1990 de la UNESCO en Jomtien (Thailandia) que se promeve la idea de una Educación para todos, configurándose así el germen de la idea de inclusión.
A raíz de esa primera Conferencia, la conciencia sobre la exclusión y las desigualdades que la misma produce se expande de tal modo que tan sólo cuatro años después, en la Conferencia de Salamanca, se da una adscripción a esa idea de manera casi generalizada como principio y política educativa. Allí, un total de  países y 25 organizaciones internacionales vinculadas a la educación asumen la idea de desarrollar o promover sistemas educativos con una orientación inclusiva.
En la declaración de Salamanca, la orientación inclusiva se asume como un derecho de todos los
niños, de todas las personas, no sólo de aquellos calificados como personas con Necesidades Educativas Especiales (NEE), vinculando la inclusión educativa entonces a todos aquellos alumnos que de un modo u otro no se benefician de la educación. El concepto de inclusión pasa a formar parte de las preocupaciones habituales de profesionales de muy diversos ámbitos. La exclusión es un problema de alcance mundial, y es, un problema de índole social, no sólo institucional, educativa o familiar.
Fue en el ámbito de la Educación Especial donde surge la conciencia inicial sobre el proceso de inclusión. La forma más común en que la educación ha afrontado la diversidad se ha basado en el intento de ordenación y tratamiento diferenciado de la misma.

La exclusión se define como la negación del derecho a la educación. En una primera etapa educativa se puede hablar de la exclusión, de hecho o de derecho, de la escuela de todos aquellos grupos no pertenecientes a la población específica a la que se dirigía la misma en sus inicios: una población urbana, burguesa y con intereses en los ámbitos eclesiástico, burocrático o militar. En ese momento inicial, en el que la escuela cumple la función social de preparar a las élites, los campesinos, las personas de las clases trabajadoras, las mujeres, los grupos culturales marginales no tenían derecho a la escolarización.
A esta situación educativa le acompañaba una situación social, también excluyente que se refleja en la explotación laboral a que se sometía a las personas de las clases trabajadoras, y a la situación de discriminación de mujeres y grupos culturales distintos al dominante.

La segregación se define como el reconocimiento del derecho a la educación diferenciada según grupos, esta es la segunda etapa educativa, donde se produce la incorporación de algunos colectivos a la sociedad pero en condiciones segregadoras.

Las reformas integradoras suponen realmente una fuerte conmoción y un cambio de dirección importante en el reconocimiento del derecho a la educación. La primera de estas reformas (iniciada en los años cincuenta), la conocida como reforma comprehensiva de la enseñanza, incorpora a los distintos sectores socioeconómicos de la población en una única escuela básica y de carácter obligatorio, y elimina los dispositivos arbitrados hasta entonces para justificar la selección de alumnos". La mujer también se incorporó a la escuela desde las reformas coeducativas. Por último, en torno a los años sesenta, se produce también el proceso de integración de los alumnos con necesidades educativas especiales en la escuela ordinaria (en nuestro país éste es un proceso que se dilata hasta mediados de los ochenta).
En esta fase de reformas integradoras, las políticas educativas que se mantienen sectorizadas por grupos de población comparten el reconocimiento de la igualdad de oportunidades ante la educación, pero limitando esa igualdad únicamente al acceso a la educación.

Las reformas inclusivas suponen revisar el compromiso y el alcance de las reformas integradoras previas, tratando de construir una escuela que responda no sólo a las necesidades «especiales» de algunos alumnos, sino a las de todos los alumnos.

La inclusión supone una nueva ética, un marco de referencia más amplio sobre los derechos de las personas que el mantenido desde las reformas integradoras.
La introducción del concepto de justicia social conlleva pensar en los excluidos como seres humanos con derechos, y en la sociedad como institución con obligaciones de justicia hacia ellos.
La exclusión de las instituciones educativas se ve desde esta perspectiva ética, como un acto de discriminación, que es equivalente a la opresión social por motivos de pertenencia a grupos minoritarios, étnicos, de género o clase social. Y contra la opresión se plantea una única alternativa: resistir y reclamar los derechos de las personas.

El modelo social, que surge como respuesta a la concepción y modelo médico de explicación de la discapacidad, plantea la influencia social en el proceso que lleva a crear identidades discapacitadas, a través de una sociedad que es en sí misma discapacitadora  y que legitima una visión negativa de las diferencias. Las nuevas cuestiones y retos que plantea este modelo son: • Depurar y aclarar las responsabilidades sociales en la creación y desarrollo de la discapacidad. • Reconsiderar a las personas con discapacidad como ciudadanos con derechos.
• Volver a situar el papel y sentido de la investigación social y educativa en torno a la discapacidad.

La perspectiva organizativa: La construcción institucional de la Organización inclusiva. Es ésta una perspectiva amplia que aglutina un número importante y variado de tendencias y enfoques dentro de sí, pero que en todo caso defiende el carácter global e institucional del proceso inclusivo en la escuela.
La organización educativa inclusiva se plantea desde este marco como aquella que afronta la inclusión como proyecto global, que afecta a la institución en su conjunto
Tres tendencias o corrientes teóricas, dentro del planteamiento inclusivo, resumen las aportaciones y trabajos realizados bajo esta perspectiva: La tendencia o enfoque de las denominadas escuelas adhocráticas, las propuestas enmarcadas en las denominadas escuelas heterogéneas, las propuestas enraizadas en el movimiento de escuelas eficaces para todos.

La perspectiva comunitaria: la escuela como comunidad de apoyo. Se parte del reconocimiento de la institución educativa (de sus profesores, alumnos, de otros miembros de la comunidad, de los recursos ocultos a los ojos de la escuela, etc.) como comunidad con autonomía para afrontar colaborativa y creativamente la inclusión.
Hay dos grandes líneas de desarrollo desde estos planteamientos que merece la pena destacar:
Los trabajos que proponen la creación de grupos de trabajo o apoyo entre profesores, las propuestas que insisten en el fomento de las redes naturales de apoyo en el aula.
La perspectiva comunitaria está suponiendo en la escuela inclusiva la asunción de que la función de apoyo está inmersa en cualquier estamento, grupo o sector educativo, entendiendo y asumiendo el apoyo como una función inherente al desarrollo de la escuela, sin limitarlo a personas determinadas, dirigirlo a colectivos concretos o ceñirlo a contextos específicos de intervención, lo que dotaría al mismo de un carácter excluyente.


La perspectiva investigadora: La emancipación como camino hacia la inclusión. Esta perspectiva parte de una fuerte crítica al carácter excluyente y opresivo que se atribuye a la investigación tradicional. La inclusión plantea a la vez que nuevas relaciones entre investigadores y personas con discapacidad (basadas en la igualdad y la solidaridad), una metodología alternativa en la investigación sobre discapacidad dirigida a hacer oír las voces de las personas discriminadas y excluidas de la sociedad o de la escuela, así como a garantizar su participación.

HACIA UNA ESCUELA PARA TODOS Y CON TODOS Rosa Blanco G. (RESUMEN)

Una mayor equidad es un factor fundamental para conseguir un mayor desarrollo y una cultura de la paz basada en el respeto y valoración de las diferencias y en la tolerancia.
Conseguir el acceso de toda la población a la educación básica es un primer paso para avanzar hacia una mayor equidad, pero ésta sólo será realmente efectiva cuando se asegure la verdadera igualdad de oportunidades y cuando la calidad de la educación sea para todos y no sólo para unos pocos.
Una escuela de calidad es aquella que es capaz de dar respuesta a la diversidad. Un mayor nivel de equidad implica avanzar hacia la creación de escuelas que eduquen en la diversidad y que entiendan ésta como una fuente de enriquecimiento y de mejora de la calidad educativa.
El principio rector del Marco de Acción de la Conferencia Mundial sobre necesidades educativas especiales  (Salamanca 1994) dice que todas las  escuelas deben acoger a todos los niños independientemente de sus condiciones personales, culturales o sociales; niños discapacitados y bien dotados, niños de la calle, de minorías étnicas, lingüísticas o culturales, de zonas desfavorecidas o marginales, lo cual plantea un reto importante para los sistemas escolares.
Las necesidades educativas comunes son aquellas compartidas por todos los alumnos, que hacen referencia a los aprendizajes esenciales para su desarrollo personal y socialización, que están expresadas en el currículo escolar. Sin embargo, todos los niños y niñas tienen capacidades, intereses, ritmos, motivaciones y experiencias diferentes que mediatizan su proceso de aprendizaje, haciendo que sea único e irrepetible en cada caso.
Las necesidades educativas especiales son aquellas que para ser atendidas requieren (Warnock Report, 1979): Medios de acceso al currículo y adaptaciones en los diferentes componentes del currículo, modificaciones en el contexto educativo, estructura social o clima afectivo en el que tiene lugar el hecho educativo.
El concepto de necesidades educativas especiales implica que cualquier alumno que encuentre barreras para progresar en relación con los aprendizajes escolares, por la causa que fuere, reciba las ayudas y recursos especiales que necesite, ya sea de forma temporal o permanente, en el contexto educativo más normalizado posible.
La integración es un proceso dinámico y cambiante que puede adoptar diversas modalidades en cada país en función de sus necesidades y características.
Clasificación del Informe Warnock (1979) define los tipos de intgración que son:
– Integración física: cuando se crean clases de educación especial en una escuela común pero con una organización totalmente independiente, compartiendo lugares como el patio o el comedor.
– Integración social: Clases de educación especial en la escuela común compartiendo algunas actividades extraescolares.
– Integración funcional: Los alumnos con necesidades educativas especiales participan a tiempo total o parcial en las actividades comunes y se incorporan como uno más en las escuelas.
El concepto de inclusión es más amplio que el de integración y parte de un supuesto distinto, porque está relacionada con la naturaleza misma de la educación general y de la escuela común. La inclusión implica que todos los niños de una determinada comunidad aprendan juntos independientemente de sus condiciones personales, sociales o culturales, en la inclusión el centro de atención es la transformación de la organización y respuesta educativa de la escuela para que acoja a todos los niños y tengan éxito en su aprendizaje.
El énfasis está en desarrollar una educación que valore y respete las diferencias, viéndolas como una oportunidad para optimizar el desarrollo personal y social y no como un obstáculo en el proceso de enseñanza-aprendizaje.


Personalizar las experiencias comunes de aprendizaje requiere un docente capaz de: diversificar y adaptar los contenidos, las actividades; que no establezca a priori lo que el alumno puede o no hacer, sino que brinde múltiples oportunidades; que evalúe el progreso de los alumnos en relación a su punto de partida y no en comparación con otros; que valore el esfuerzo y no sólo los resultados; que valore el error como punto de partida para el aprendizaje; que se atreva a probar nuevas estrategias; que esté dispuesto a aprender de sus alumnos.

El caso de Juan, el niño Triqui (Resumen)

En este caso electrónico de enseñanza se plantea la problemática de discriminación y exclusión de alumnos provenientes de contextos culturales diversos y la falta de preparación de los docentes para afrontar la educación intercultural en el aula. A través de una descripción de la problemática que vive uno de tantos niños indígenas migrantes como Juan, el caso nos exhorta a hacer un juego de roles que permita situarnos en el papel de cada uno de los personajes ya que después de esta riña el grupo queda dividido en dos bandos (indígenas y no indígenas).
Como futuros docentes revisamos este caso con la finalidad de fijarnos como meta la interculturalidad, que significa reconocer y otorgar el mismo valor a las diferentes culturas, tomando a estas diferencias como una oportunidad de mejora personal ya que a partir del cambio de actitud de nosotros (futuros formadores) podremos incidir en nuestra práctica y hacer de nuestras aulas espacios inclusivos y de aceptación de las diferencias.
Es importante marcar la diferenciación entre los conceptos de inclusión e integración. La inclusión significa eliminar las barreras que pueden obstaculizar la participación y los aprendizajes de todos los alumnos y que se puede entender mejor como educación para todos. La inclusión social está relacionada con la aceptación e integración en condiciones de igualdad en la vida comunitaria a todos los miembros de la sociedad, sin menoscabo de su origen, credo, condición socioeconómica, origen étnico, pensamiento o capacidades diferentes. La problemática en torno a la inclusión educativa por lo general refiere a que en la realidad existen procesos de exclusión en las escuelas de poblaciones vulnerables y de minorías discriminadas (Saad, 2011).
Una educación inclusiva garantiza el acceso, permanencia, participación y aprendizaje de todos los estudiantes con especial énfasis en aquellos que están excluidos, marginados o en riesgo de estarlo a través de acciones para eliminar o minimizar las barreras. Por el contario, la integración educativa es el proceso que plantea que los niños, niñas y jóvenes con necesidades educativas especiales, estudien en las aulas y escuelas regulares, recibiendo los apoyos necesarios para que tengan acceso a los propósitos de la educación.
Para el caso que nos ocupa en este artículo, el proyecto de educación intercultural desarrollado mediante el método de casos, se focalizó en la situación de las comunidades triquis que migran a la Ciudad de México.
Hoy en día, la globalización hace necesaria la construcción de un nuevo tipo de sociedades donde la diversidad cultural no sea motivo de conflicto, sino de crecimiento y revaloración cultural, encontrando en la educación un medio para comenzar con dicha transformación social (SEP, 2004).
Por lo anterior, las escuelas normales son los espacios idóneos para formar docentes en una cultura inclusiva, donde la interculturalidad se constituya en eje transversal.
Se necesita una formación en estrategias didácticas, actitudes y valores, formas de trabajo y colaboración, medidas para la adaptación del currículo y de construcción de experiencias educativas para la atención desde una mirada de diversidad y derechos humanos, todo estos es lo que como futuros docentes debemos lograr.
Por otra parte, la presencia e importancia de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en el mundo global y en los sistemas educativos obliga a formar docentes de manera distinta. Es decir, la escuela normal deberá estar preparada para emplear las TIC como recursos didácticos que enriquezcan la preparación de los estudiantes no sólo en el aula, sino en los diferentes contextos sociales donde se desenvuelven.


El reto consiste en construir un escenario o ambiente educativo inédito que incorpore las múltiples posibilidades que ofrecen los medios electrónicos con los fundamentos de un trabajo didáctico que permita propiciar aprendizajes con sentido, significativos y vinculados con situaciones reales y trascendentes en la formación del educando, cuestión que se reconoce como la perspectiva situada y sociocultural del empleo de las TIC al servicio de la educación (Díaz Barriga, 2006; Coll, Mauri y Onrubia, 2008).